Parte I
Los intelectuales y el estado a partir de 1978.

Mucha tinta se vierte enlos medios para tratar este asunto, hay foros, discusiones que llevan a asumirposiciones extremas en los participantes y que fueron motivo de ´divorciosintelectuales´ cuando estuvo en juego la distribución y uso de dinerospúblicos transferidos a las entidades culturales; un detalle quizás intrascendentepara la mayoría de la población, por cuanto la actividad artística desde elestado es un misterio que se cuece en cuatro paredes, con miembrospertenecientes a un círculo selecto de burócratas intelectuales, para quienesla frase rendición de cuentas estabú. Como es costumbre aquí, los aludidos guardan silencio, igual a los sabiosde la india, cuya presencia se la percibe a través de la levitación apenas.
Mas ellos no practican elyoga para alcanzar el segundo nivel de la meditación, ni están en otro lugarque no sea Ecuador, un país con el 65% de su población bajo los límites de lapobreza (1), con el 32% de niños -en los cordones de miseria alrededorde las dos grandes ciudades- sufriendo desnutrición, y de ellos el 21.3% padecede hambre crónica (de acuerdo a los informes de la UNICEF). Con los niveles deeducación, inversión foránea, producción interna, acceso a la tecnología másbajos del continente, sólo comparables con Haití, Nicaragua; con elevadosniveles de corrupción, (triste consuelo de países en desarrollo), similar aalgunos lugares de África, muy cerca de Argentina, sobre Paraguay y lejos, muylejos de Noruega o Dinamarca. Con altos índices delincuenciales (2) en susgrandes ciudades, comparables a Caracas, México City, o Río de Janeiro, dondeocurren cinco asaltos a mano armada cada hora y siete muertes violentas al día.
Pródigo como ninguno,hasta en el número de constituciones echadas a la basura y de reyezuelos enmedio de la pobreza de sus habitantes que, como una maldición gitana, rindevotos en las urnas y consiente a los advenedizos apropiarse de lasinstituciones y recursos del estado para alimentar su egoísmo y los negociosdel grupo económico que les rodea.
¿Cuál fue el rol de losintelectuales en nuestro país una vez terminada la dictadura en 1978? Elloslucharon por los ideales de su época desde la comodidad del poder, al queaccedieron cuando los gobernantes se dieron cuenta que apoyar a las actividadesculturales significaba mejorar su imagen ante una clase media con más recursoseconómicos, que le permitió gastar y hasta exigir nueva variedad de eventos; enuna sociedad cubierta de apariencias, el llamado baño de cultura eraimprescindible cada cierto tiempo y más cuando la situación financiera del paísmejoró de modo considerable a partir de la era petrolera; fue la época precisapara dar el zarpazo y luego retozar -patas arriba- en la plácida yerba,viviendo la gloria de sus primeras obras apenas.
No hablo de otro país,hablo de otro tiempo en el que hubo dinero para todos, igual que hoy, y elloabrió un ambiente favorable para la aparición de una cantidad de intelectualesque pusieron sus ojos en el estado, como si fuera éste una tabla de salvaciónen medio del naufragio para sus penurias económicas. Les bastó presentar unproyecto y se lo aprobaba sin mucho trámite o estudio, sin una políticacultural definida, sin objetivos a mediano y largo plazo. Aquí nació elDepartamento de Cultura del Banco Central (hoy desaparecido), el edificio ytodas las dependencias de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, (museos,cinemateca, salas de arte, editoriales), la Facultad de Artes (su estructura) yla Escuela de Teatro. Florecieron los grupos de música, de danza, deinvestigaciones sociales. El mismo Oswaldo Guayasamín comenzó a construir suCapilla del Hombre. Las editoriales del Banco Central, de la UniversidadCentral, de la Casa de la Cultura dieron a luz a la mayoría de autores de lamencionada época. Los eventos se extendieron por la ciudad y en menor medidapor las zonas rurales. Yo mismo, como miembro del grupo de teatro El Telón,disfruté de los aportes del estado a mi actividad.
Comienza entonces unasimbiosis entre los intelectuales con el estado. Los primeros piden más espaciopara su mundo, más reconocimiento a sus creaciones, y el segundo les concede, acambio de depender del erario público; así, muchos de la generación nacidaentre los años 50 y 60, los cuestionadores de la dictadura militar, pasaron adepender de la voluntad económica del sistema democrático a partir de 1978. Ylos que no cayeron en las redes de la maquinaria estatal, (por convicción ofalta de padrinos) tomaron el sendero del exilio; en tanto otros abandonarondefinitivamente la creación para dedicarse a actividades más productivas.
La consecuencia fue que elintelectual, al tener una relación de dependencia -casi siempre en desventaja-con el estado, perdió su identidad, por cuanto sus actividades estuvieronenfocadas a los intereses de su patrón, y cuando éste amenazaba, hubo pocaresistencia. Aquella simbiosis –contra natura- ha sido siempre tortuosa eincómoda para ambas partes; pero más para el artista, que deja de cuestionar, yhasta de producir con disciplina, lo cual es bueno para el sistema, ya que, porun lado, éste lleva a sus mejores exponentes y con grandes expectativas decreación, como una medalla más en su chaqueta, para exhibirlos durante losdesfiles o ceremonias; y por otro, esta misma clase intelectual es la encargadade defender el sistema económico que un grupo de poder plantea en las urnas ylo desarrolla durante su mandato.
¿De qué modo? Desde lainmovilidad de una oficina pública; donde el estado –lleno de asuntosconcernientes a su supervivencia- presta poca atención a sus vidas incoloras, ano ser por el presupuesto que debe girar cada mes para que éstos se hallenocupados en las telarañas de la burocracia; mientras ellos, al no recibirsuficientes incentivos, como imaginan, dejan poco a poco de innovar sustrabajos, de proyectarse con grandes obras en el difícil mundo de crear: laúnica carta de presentación que tenían ellos antes de ser reclutados -de modovoluntario- por la maquinaria estatal; y acaban sus vidas –entonces- trascortinas, ayudando a meter o a sacar la utilería del escenario, de acuerdo aldirector de la trama; en tanto otros son los actores estelares de la obra.
Estamos así ante un conflicto,que va más allá de convicciones artísticas o de ideología, sino con elestomago, cuya satisfacción exige a cambio dejar de cuestionar; muchos intelectualesdel siglo anterior, después de confrontar en su juventud con las dictadurasmilitares, perdieron la brújula durante la nueva era democrática; fueronabsorbidos por ésta, digeridos, no evacuados, e igual que los parásitos en elcuerpo, se multiplicaron. Hasta hoy.
Crear –que es igual aproducir- demanda tener la barriga llena primero; pero ¿quien apoya a unartista?
Varios escritores –jóvenespor cierto- llegaron a la era democrática de los años ochenta con obras deexcelente calidad. Pensemos en Micaela y otros cuentos (1976), Musiquero Joven,Musiquero Viejo (1980) de Raúl Pérez. La Linares (1976) de Iván Egüez, Bajo elmismo y Extraño Cielo (1979) de Abdón Ubidia, Polvo y Ceniza (1979) de EliecerCárdenas, Historia de un Intruso(1976) de Marco Antonio Rodríguez: libroscapitales de nuestra literatura, que abrigaban la esperanza de llenar ese vacíodejado por sus antecesores, e incluso de superarlos, ¿cómo se explica entoncesque muchos de ellos dejaron de producir con calidad? ¿Fueron sus conviccionesartísticas lo suficiente fuertes como para ceder de modo fácil a la comodidadde vivir y de comer bien? ¿Donde están sus ideales políticos que tantopregonaron durante su juventud? Hoy los podemos ver en tal o cual dependenciadel estado, listos para la jubilación, y dependientes aún del erario público.
La etapa democrática delos años 80 fue la coronación de sus primeras (y mejores) obras en el mediocultural de entonces, mas no la realización de ellos como escritores deproyección internacional, salvo acepciones, me refiero a Javier Vásconez, quienen los últimos diez años nos ha entregado paginas de alta calidad. Una vezconsagrados, los creadores buscaron reconocimiento, pero ello depende tambiéndel tamaño del estado. No es lo mismo nacer en Francia, en el Reino Unido, queen Ecuador; se deduce por tanto que esta palabra siempre será relativa: pequeñopaís, pequeños reconocimientos. Pequeños intelectuales, pequeños presidentes ygrupos de poder luchando entre sí.
La pregunta es ¿cómoconseguir el equilibrio entre la creación y la necesidad económica? La libertades el principio que está siempre en riesgo cuando se trata del estomago. Te doylo que pides, pero a cambio guardas silencio, y ello es suficiente para losproyectos de cualquier gobierno; ocurrió así con muchos artistas del siglo XX,y su ejemplo se repite en nuestros días. Cuando el actual régimen anunció lacreación de nuevos ministerios y subsecretarias, entre ellos la de cultura, unahorda de intelectuales –jóvenes y de mi generación- acudieron a las ventanillasdel edificio, con gruesas carpetas en mano, listos para defender los proyectosdel gobierno a cambio de migajas, como rodar una película, publicar sus libros,recibir apoyo estatal para una obra de teatro, montar una exposición de pinturao vender sus cuadros a tal o cual institución pública.
Y este ha sido elcomportamiento de muchos artistas durante las últimas tres décadas, que no sonni claros ni oscuros, sino tenues; no están aquí ni allá, pero siguen leyendopoemitas (y lo peor, en público) a un ex mandatario, sonrientes cuando elactual inquilino de Carondelet hecho el gracioso grita en público a unintelectual: mi sangre, en referenciaal color de su piel.
Por fortuna hay una nuevageneración de jóvenes creadores en Ecuador, y son ellos los que deben digerirlo que ocurrió con los intelectuales nacidos en los años 50 y 60, dar un pasoadelante en su actitud frente a la creación y la vida, con una nueva mentalidadque esté enfocada, no en la cantidad, sino como dice nuestro campeón JeffersonPérez: en la excelencia. Y abrir las antenas, si no queremos desaparecer delradar del mundo; muchos lo quisieran así pues, inadvertidos, es menosresponsabilidad ante a las demás naciones.
“Un escritor está poseído por el deseo de conocer laverdad, aunque ésta posiblemente no exista”, afirmaba el escritor suizo MaxFrisch durante los años 70. Hoy se necesita iniciativas globales, aun paraintereses pequeños o locales; pero si se calla es porque nada nuevo se tieneque decir. ¿Es esta la realidad de los intelectuales en el Ecuador del nuevomilenio?
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