de Rafael Marcelo Arteaga

Sé que fui afortunado al despertar esta mañana. El resto es mío.
Extiendo mis brazos para el trabajo,
Confío en mis piernas fuertes al caminar,
Ansioso por desafiar al mundo, al hambre, a las enfermedades.
Soy feliz porque volvió la primavera y me encontró aquí.
Voy a los matorrales y en la paja me revuelco
Igual que un perro abandonado, o la sombra de Whitman,
Miro al sol en las montañas,
A los niños zambulléndose en el agua,
Reacciono con los ojos de una muchacha,
Intensos, a veces turbios como el río,
Donde me ahogo sin prestar resistencia.
El mundo no acaba sin mí.
Soy la flor que se marchita al costado de la autovía,
Soy un pájaro de fuego bajo la lluvia
Que no maldice y acepta su instante,
Cuando otros no llegaron ni a fecundar el óvulo.
Soy el brote de hierba que el jardinero podó a tiempo
Para evitar que se haga grande y oculte la casa.
Soy el viajero, al que vemos sus ojos y nunca entramos en su corazón,
Como aquello que ignoramos y está cerca o lejos de nosotros,
Como la abeja flotando en el río mientras cae la lluvia,
Como las hojas llevadas por el viento, los roedores
Que se esfuerzan y luchan en el fango por su derecho a existir.
Hoy aprendí que un insecto que debe hacer bien lo que sabe:
Beber sangre y no pagar a cambio con su vida.
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