jueves, 22 de octubre de 2009

Enough is enough

Un reportaje desde Tailandia.
Por Rafael M. Arteaga


La crisiseconómica obliga a ser creativos para sobrevivir. He aquí un nuevo tipo de masajesa los pies con peces.

No es fácil en la mente de los grupos tradicionales de poder aceptar que ya nocuentan con el apoyo de la población, y en su lugar, sacan a relucir aquellostiempos en los que el reino fue uno de los más prósperos en la región, cuandohubo trabajo para casi todos, la educación mejoró, las redes de comunicación seampliaron permitiendo así comercializar mejor los productos internos y lasexportaciones; las redes satelitales fue y es moneda común, los trenes rápidos,el metro...Tailandia vivió el boom del turismo, el comercio, la construcción yla tecnología durante los años 80 y 90, pero fue el siglo pasado y ellos no hanentendido que la gente tiene derecho a votar por un cambio. Que equivocarse oacertar es también un riesgo en democracia; aunque en ambos casos, larenovación de la clase dirigente es más importante aún: cumplir con el deberencomendado y retirarse a tiempo, con un abrazo al nuevo representante de lanación.

Aún están presentes en la memoria del pueblo las secuelasde la caída de los mercados mundiales, a principios de los ochenta, y laconsecuente recesión, cuando miles de empresas empezaron a caer, una tras otra,como un castillo de naipes, trayendo consigo desempleo, prostitución,mendicidad en las calles; mas la crisis política de hoy, que afecta de modoinevitable al campo económico, se debe a la incapacidad de sus gobernantes paragenerar empleo, confianza en los mercados, elementos primordiales a la hora de invertir,más que a la crisis internacional. Hasta hoy, las medidas adoptadas han sidocanalizadas para defender sólo los intereses de las élites económicas tras el poder.
 
No hay tregua posible ala vista, pues los nuevos empresarios (de la era de la información) exigen suespacio también en la administración de las riquezas del país. Convencidos dela simpatía que despiertan en los electores, en su mayoría rostros y nombresdiferentes a los tradicionales en los últimos treinta años, piden la renovaciónde las cortes de justicia, de parlamentarios, de jueces fiscales, de la corteconstitucional, del cuerpo de elecciones. Ofrecen, de llegar al poder, fundarun nuevo reino (la figura real es bien utilizada: no dicen una nueva nación orepública) hasta convertirlo en lo que fuera hasta hace poco: uno de los sietetigres de Asia, junto a un mar de promesas que, por cierto, tienen aceptación enla mitad de la población, según encuestas; aunque no de la mayoría.


Las manifestaciones de descontento hanconvulsionado la nación, una y otra vez, afectando la economía interna, y noasoma en el horizonte una vía para llegar al dialogo, o conseguir acuerdosmínimos de cara a los desafíos de la nueva era, porque todo parece resumirse enuna táctica de largo alcance, y por consiguiente agotadora para todos; frente aeste panorama, ambos sectores han pedido al rey, única autoridad que aún tienepeso y credibilidad en los habitantes, que se dirija a sus súbditos y les pidasumisión, obediencia, paz, ¡mientrasellos luchan a brazo partido por acceder al control del estado y a sus negocios!




Así hablaba el rey a sus súbditos y éstos, sentados en elsuelo, con las manos en posición de rezo y la cabeza inclinada, escuchan yagradecen sus palabras. Hoy he respirado en las calles de Bangkok un ambiente denostalgia y frustración. Los negocios están mal, eso se percibe a primeravista. La miseria es más visible que antes en la ciudad. Miles de jovencitasdeambulan por los bares en busca de turistas para ofrecer sus servicios: sexo, compañía,matrimonio con viejos y grasosos extranjeros a cambio de salir para empezar unanueva vida. Muchos campesinos, al no conseguir empleo, han decidido volver asus pueblos y poner en práctica los sermones del rey.
 
"¿Qué hacéis en laciudad?", les preguntó una mañana, casi con ingenuidad infantil, a través dela televisión. "Me duele veros en las calles buscando un mendrugo de panen los basureros, disputando a los perros un sitio para dormir bajo lospuentes. Volved a las aldeas y hacedlas producir de nuevo con vuestro trabajo,ahora que están abandonadas. Buscad lo suficiente, sólo lo suficiente y seréisfelices.”


El rey deTailandia

Desde hace quince días se halla en una cama de hospital. Sus huesos no dan más.La inestabilidad social que atraviesa hoy el reino ha afectado su salud. Sin poderalguno de decisión, su presencia es una figura decorativa apenas dentro deltablero político del país, como las muñecas de porcelana que las abuelitas cuidanen casa: llenas de polvo y en un lugar alto para evitar a los niños. ¡Tailandia mismo es el anciano en unacama de hospital!
 
El rey olvidó llevar sumensaje a la carpa del frente. Long live the King.

No hay comentarios: