lunes, 12 de diciembre de 2011

EL TRIÁNGULO DORADO


  Texto de Rafael M. Arteaga

Atardecer en Bagan, Myanmar.

Sam Eou estaba confundido entre sussueños de ser escritor y la necesidad de comer. Imaginaba un mundo delibros, de grandes salones hablando de literatura, de ciudades lejanas conmuchos senderos a elegir y no su pueblo de campesinos en medio de los bosques,con dos opciones apenas: seguir a Liu Peng en las montañas, luchar porla independencia de su estado y, con un poco de suerte, llegar a viejo, sindientes y alcohólico, para mendigar en las avenidas de la capital; o ser profesor en un pueblito de Shan. 



Nada de esto encajaba en sus planes. Quería serescritor, como sus maestros de lengua inglesa (Birmania fue colonia británicahasta 1948) y sus innumerables libros que leía -como una religión- en casa; porlo que una noche pidió a su amante desertar de la guerrilla e ir juntos aRangún, donde había posibilidades de iniciar juntos una vida diferente, a lo queLiu Peng contestó:
-El sendero que has elegido es tuyo, no mío. Yo mequedo aquí, como las ramas de loto que nunca renunciarán al pantano paraflorecer.



El reino de Shan fue hasta el siglo XVI d.C. unanación floreciente y centro cultural de entonces, de la que se desprendieronlos países que hoy forman la parte sur occidental de Asia: Vietnam, Laos,Camboya, Tailandia, Myanmar y Bangladesh; luego fue reducido a protectorado dela corona británica -hasta 1948, y desde 1987 anexado con las armas a Birmania,sin tomar en cuenta un convenio de asociación voluntaria. 



En 1962 una Junta Militar se hizo con el poder ygobernó el país con violencia durante 49 años, hasta convertirlo en uno de losmás pobres y atrasados del planeta, con altos niveles de corrupción (puesto 176de 180 naciones, en el 2010. Ecuador fue 122), millones de refugiados en las nacionesvecinas y miles de opositores políticos en las cárceles; mientras cada regiónbuscaba –y busca- su autonomía por motivos históricos, raciales y hasta denegocios: la zona es la principal productora de opio en el mundo, sus montañas estánllenas de yacimientos de plata, piedras preciosas (zafiros, rubíes); mas, paraestar tanto tiempo frente al gobierno se requiere de apoyo y dividir a loscostados es la mejor estrategia que vuelve fuerte al centro: algunos jefes tribales,con influencia en su gente, fueron sus aliados, igual el sector burocrático,engrandecido y dependiente de las arcas públicas, los nuevos empresariosnacidos bajo la sombra del socialismo, intelectuales y artistas -con susilencio- a cambio de compartir el poder.



Sam Eou vendió sus sueños a cambio de un puesto público. ¡Y el estado paga bien la sumisión y el silencio de los intelectuales! Fue embajador en Camboya, director deconstrucciones en Rangún, aunque en su vida nunca alzó un ladrillo, -Borges fueinspector de camales en Buenos Aires antes de ser ese fantasma de bibliotecaque hoy conocemos-; luego fue nombrado –por dos meses- ministro de seguridadinterna y en ese periodo los militares ingresaron a las universidades paraaplacar las protestas estudiantiles de 1976, matando opositores y ocultando suscadáveres en fosas comunes fuera de la ciudad. Alguien debe hacer el trabajo suciode casa.
En cuanto a su vida literaria, parece que lainspiración no abandonó del todo a su alumno durante sus bodas con el régimen: publicó dosrelatos de género policial y un canto extenso –casi rayando en lo épico-dedicado a los logros de la revolución. Yo prefiero su obra de juventud, en laque hay algunos versos impecables, con influencia de los románticos ingleses enla lirica y, en la forma, ajustada a la rigurosidad métrica de la poesíajaponesa del siglo anterior; sin embargo, ni con toda la iluminación de lasmusas, un libro nos hará olvidar la vida del autor, porque ambos son una misma materia.

 

Sam Eou llegó a la vejez convertido en eminencialiteraria ¡en medio de la selva! Fue la imagendecorativa en los salones de cultura, rodeado de artistas, embajadores denaciones tan lejanas como desconocidas; feliz con los brindis, los bocadillos yun grupo de jóvenes escritores que inclinaban sus cabezas al frente suyo y, aespaldas, ansiosos por ocupar su asiento; fue la prostituta de un sistemasocial corrupto, aunque con el estómago lleno.

 

Liu Peng, en cambio, fue miembrode la armada rebelde (Hsük Han o Jóvenes Guerreros), picado de los mosquitos, conbotas de caucho hasta las rodillas y comiendo alimentos enlatados. Era niño todavíacuando vio salir a su padre del hogar, una mañana de 1953, aliado con las fuerzasbirmanas, a combatir contra el ejército comunista chino, que invadió el estadode Shan con el propósito de llevar la corriente del rio Salween a sus extensasmesetas sin agua. La campaña de defensa tuvo éxito, pero él no volvió. Durantelos años 70, ya adolescente, su región se convirtió en la mayor productora deopio en el mundo, apoyada por grupos insurgentes y vendedores de armas; el tráficode drogas se convirtió –entonces- en fuente vital para obtener recursos. LiuPeng no olvidará este capítulo, que envolvió a muchas naciones (productores yconsumidores) y quizás –en momentos de silencio- pudo entender que la lucha porliberar a su pueblo, mientras más larga y sangrienta, más beneficiosa se volvíapara los señores de la guerra y de las drogas; pero no hubo vuelta atrás, elsueño de volver al reino fantástico de Shan había comenzado cinco siglos atrásy con el tiempo, los métodos pueden variar, pero no el objetivo.

 
Los monjes budistas jugaron un rol importante en la transición del gobierno militar a los cíviles.
Liu Peng fue encarcelado por la Junta Militar, en1997, bajo la acusación de venta ilegal de armas y trata de mujeres. Nada sesupo luego de él. En los últimos años, la magnitud y prisa de acontecimientos–resistencia civil, presión externa- obligó a los militares a cumplir elcalendario impuesto -en referéndum- por la población para volver a lademocracia, lo que ocurrió el 30 de marzo del 2011. Fue un día de gloria,aparentemente, si el mundo no hubiera estado al tanto -mucho antes de las elecciones-que los triunfadores (Unión Solidaria) ¡eran auspiciados y pertenecen al mismo grupo demilitares que hasta ayer estuvieron en el poder! El mismo ungüento, solo que enotro envase.
La burocracia del estado, numerosa y llena deprivilegios, típico de administraciones débiles con sueños de grandeza, noestuvo dispuesta irse a casa con las manos vacías después de comer bien durantemedio siglo. El régimen les ayudó a registrar en los padrones electoralesvarias tiendas políticas –que variaban en sí sólo por los nombres- para confundir a la población; sus críos obtuvieron el 85%de votos y mandaron a los viejos dirigentes de vacaciones a Bangkok, a Miami, mientrasellos arreglan hoy la casa para cien años más de camino al socialismo, como fue el refrán de sus padres. 

 
Entrada al estado de Shan.
En medio de estos remezones políticos, quizás nadiese acordó del guerrillero, y acaso él buscaba reconocimiento alguno a su obra.En mi último viaje al Triángulo Dorado, me enteré, sin embargo, que la juventudhabía decidido rescatar su figura y alzarla como símbolo de la resistencia. «Alas aves, en medio del océano, sólo les guía el instinto supremode salvar a la bandada de la tormenta». Reza, en escritura local, sobre una placa de bronce.Una callecita abandonada tiene su nombre, en Taunggyi, la capital del estado deShan, y es todo lo que el tiempo rescató de él. Hasta ahora.
Yo amo esa región que me acogió tantas noches en suscabañas de bambú con techos de paja, donde –cansado y deseoso por conocer sus secretos-me refugié con mi mochila a disfrutar del largo sueño de iguanas que me brindóel humo del opio, hace dos décadas. Fue un tiempo fugaz y lleno de enigmas enla selva, junto a la amante que todo viajero halla en los viajes, y que a ladistancia se nos vuelve una obsesión.


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