
Y deun día al otro los intelectuales de Ecuador se volvieron “revolucionarios” yviajeros gracias al socialismo del siglo XXI. Al fin dieron su golpe. Recibenmedallones, abrazos en los grandes paraninfos y hasta pensiones vitalicias; susobras pasan a ser las cumbres de la creación en lengua española, brindan con el“eterno revolucionario” Daniel Ortega, (aquí el “eterno perdedor” se llamaPolito y hoy es diputado otra vez), junto al corazón de león y boca de trapoHugo Chávez. Fuman como sólo los eruditos saben hacerlo, (lo mejor de sus obras–dicen ellos- viene justo con la revolución ciudadana), sostienen sus copas conelegancia buscando el momento para la foto junto al líder de las grandestransformaciones sociales, junto al “Bolívar del siglo XXI”.
Todo fue cuestión demantener sus poses de “progresistas”, de cuidar la boca. Y cuando sus cantos desirenas, sus “versos solidarios” parecían naufragar bajo el manto de la “oscuranoche liberal”, descubrieron que otro rebelde los esperaba en medio camino y,como un pastor sabe guiar a sus ovejas, él los metió en el saco de su proyectopolítico. Y ya nada les faltará bajo su sombra. Ni casa donde esconder sushuesos cuando llegue la vejez, ni pan sobre la mesa a la hora del hambre.“Piececitos azulosos de frío, cómo os ven y no os cubren, ¡Dios mío!”, lamentabaGabriela Mistral ante la miseria; mientras Bertold Brecht, fue más pragmático: “Comerprimero, luego la moral”.
Los intelectuales se quejaban hace poco, no de ladesigualdad social que engendra el “capitalismo”, sino de que éste los ignorabapor completo. Ellos pensaban que el estado no les daba su lugar de creadores enla mesa de los políticos, donde opulencia y derroche de recursos públicos es elplato que llena sus vidas. ¡Con sus versos trataron de asustar a las hienas!En la Edad Medieval losintelectuales buscaban al gran terrateniente para que los cobije en su castillocon el fin de dedicar sus vidas a la creación. Da Vinci fue un mimado de laiglesia (la iglesia de la Iinquisición, la terrible cazadora de judíos, la quecondenó a Galileo por afirmar que la tierra era redonda, la que vino conCristóbal Colón a América). Rilke fue un protegido de la nobleza alemana, aKavafis lo jubiló el estado griego y a Eliot el Reino Unido y no porque fueronbuenos poetas, (ello lo reconocemos nosotros), sino dóciles empleados públicos.Borges fue nombrado inspector de camales cuando perdió la vista y este episodionos muestra cómo paga el diablo a sus devotos.
En Ecuador, los grandesescritores del siglo pasado fueron también dependientes de la generosidad delgobierno de turno. Carrera Andrade fue embajador desde muy temprano hasta sujubilación, Gallegos Lara fue empleado en el municipio de Guayaquil. Y así unalista interminable que se repite en nuestros tiempos con jóvenes, cuyo únicosueño es pasar a depender de alguna institución pública para, luego de cumplirsu horario de trabajo, crear.
No estoy en contra dealgo. Solo digo que ello fue así hasta el siglo pasado, cuando todos fuimos ala escuela para aprender cómo conseguir un empleo seguro, y no nos educaronpara fracasar, para arriesgarnos a ser independientes, conseguir el pan connuestras manos y dedicar luego nuestras vidas a la pasión de escribir.
La caída del muro deBerlín en 1989 es una figura poética apenas en la mente de nuestrosintelectuales, pero desde aquel día el mundo entra en una nueva era cada 18meses, que es el lapso que demora un microchip en duplicar su capacidad, y conello la aparición de nuevas tecnologías en todos los campos.
La Guerra Fría terminó allí, (aunque Chávez amenacecon calentarla de nuevo en Sudamérica). Ya no cuenta el peso y el número de losmisiles desplegados en el mundo, sino la velocidad de los módems. La red hadestruido las fronteras físicas de las naciones, pero no así nuestras barrerasmentales. Antes se decía que la verdad nos hará libres, hoy es la información ypor ello los gobiernos socialistas odian a los medios. Y el arte no se quedaatrás. Los grandes creadores de la nueva era son independientes, empresarios ygeneradores de un complicado mundo de negocios con sus obras, ¡mientras enEcuador son empleados públicos! Y cuando se jubilen, no serán recordados comoartistas, sino como encubridores de un gobernante que, con el discurso deproteger a los más débiles (en el capitalismo se llama “los menos eficientes yfaltos de ideas”), los acogió bajo su manto a cambio de silencio.
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