lunes, 8 de febrero de 2010

EL OFICIO DE ESCRIBIR EN EL SIGLO XXI

Texto de Rafael M. Arteaga

















Elencuentro con un libro es como el amor a primera vista: nos vemos, empatamos y ¡ya no podemos detenernos! Su lectura es ese dueloentre amantes por poseernos uno al otro, por conquistaraquellos territorios llenos de misterios a nadie revelado antes. Cuando unlibro ha sido descifrado, pierde la magia que nos unía a él y ese momento acabaen el papel de reciclaje; lo que no sucede con un gran amor, o con un buenlibro, porque en ellos siempre hay algo que descubrir y explorar; con suspáginas volvemos –de modo inevitable- al optimismo por la vida de Whitman, a lasolidaridad de Vallejo, a los salmos de la Biblia, a la oscuridad y belleza delfeudalismo de Dante: uno busca y obtiene lo que teme o ama.
Hacepoco en Ecuador un amigo me preguntó cuáles eran las nuevas tendencias de laliteratura en Europa, o en Asia; fue difícil responder, mas intenté resumirloasí: la escritura de hoy tiende a ser lo que fue al principio de los tiempos -esla narración extensa alrededor de la fogata, la antigua ceremonia de la tribu engrandecidahoy por los medios de comunicación, las salas de teatro, la música, inclusiveel deporte.
Unaobra, en cuanto halla el camino del éxito, se aleja de su origen -el libro- eingresa a la compleja red ventas. Asoman nuevos héroes y heroínas, acorde conel tiempo en que vivimos: los personajes del Señor de los Anillos son más seductorespara mis hijos que Blanca Nieves o Caperucita Roja con sus aburridas historias denuestra infancia. High School, que primero fue libreto (un libro sin publicarseantes del estreno de la película) rompe taquillas en cines y sus musicales sonreproducidos en las salas más exigentes del mundo, junto a una -de planoincontrolable- invasión de productos identificados con su imagen, como prendasde vestir, celulares, video-juegos, telenovelas, por mencionar algo.
Sonlos frutos de la era cibernética, la era de los grandes cantantes, de los deportistasempeñados en imponer un record, los nuevos millonarios de la tecnología y lasarmas. El Rey del Pop suena mejor a los oídos de nuestros hijos que Tutankamon.Leonel Messi es más interesante que La Noche Triste de Cortez. Las ediciones decómo Bill Gates creó su imperio se venden mejor que miles de títulos publicadosen el mundo durante el primer semestre del 2007.
Algunosintelectuales pueden argumentar que ello no es, de modo alguno, literatura; yopregunto entonces, ¿cómo se denomina al oficio de escribir y cuál es suobjetivo? ¿Quién no busca llegar al mayor número de lectores posibles, romperlas barreras del idioma y solidificarse en el tiempo con sus obras? Que elartista debe comer de la actividad que realiza, no admite discusión, pero ellono es en sí la misión del arte; el creador -o como se lo quiera nombrar- hacemucho que dejo de ser -en palabras de Huidobro- el pequeño dios y pasó a ser el obrero (o prostituta) que debe producircada vez mejor para salvar el mercado editorial, primero, y luego comer.
Lagran literatura adquiere cada día una nueva dimensión, no se recicla, como lacantidad de libros publicados hoy, cuyas páginas -escritas con miedo- nodescifran el comportamiento humano a lo largo de la historia y no son capaces,por tanto, de acompañar al lector en su desarrollo intelectual e histórico.Tras cada lectura, Joyce, o Kavafis, son diferentes para mí. Si lasmatemáticas son fascinantes porque los números son abstractos -antes queinfinitos, lo mismo ocurre con las grandes obras de literatura: no es labelleza, es el misterio lo que nos atrae a ellas; la palabra belleza es tan vagae insoportable, como afirmar que dios existe a través de una flor.
Ellibro en nuestros días -con el apoyo de la tecnología- vuelve a los orígenes dela tribu, donde la narración -unida a la hechicería, a las ceremonias desanación, de apareamiento colectivo, incluía danzas, sacrificios deanimales, diálogos con los espíritus; donde no hubo división de géneros sinoque se expresaba - en palabras de Manuel Mejía-, en un gran canto, como la vidamisma en todas sus etapas.
Losautores que renovaron la literatura asumieron siempre una actitud políticafrente al mundo y la creación. Pound definió su postura ideológica acercándoseal nacionalismo fascista de Mussolini. Neruda estuvo comprometido con elsocialismo, Whitman defendió los antiguos valores occidentales, cuyos orígenesse remontan a Grecia y Roma.
Ellos nos enseñaron también que cada fragmento, versoo página puede funcionar de manera aislada, ser el principio o el final; quepodemos empezar a leer el libro desde cualquier parte y siempre habrá en ellasla pasión de la primera vez en nosotros, porque los textos son como un espejoque, al caer al suelo, se divide en miles de mundos posibles, en los que cadalectura es un nuevo viaje. No se ha inventado el agua tibia, Cortázar lo retomaen 62, Modelo Para Armar. Eduardo Galeano lo logra con Memorias del Fuego.Igual sucede en El Quijote, la Biblia, Ulises de Joyce; Eliot, que incluye ensus páginas diálogos en otros idiomas, citas textuales de la crónica roja,fragmentos de teatro...Hay libros -como amores- que pasan pronto, en cambio otrosse quedan hasta en las cenizas de la memoria: sublimes y tormentosos, tal mirelación con Cantos, de Pound, o El Túnel de Juan Carlos Oneti, que mellaman a abrir y a amar sus páginas de modo inevitable, como si fuera la últimanoche entre amantes.

















Losismos tuvieron su carta de expiración en mismo día en que nacieron. Se probó detodo: sincretismo, surrealismo, creacionismo y cuantos más se quieraañadir aquí, y al final nos daremos cuenta que escribir es entregar un mensaje –directo,preciso-; es un oficio de largo aliento que requiere disciplina, constancia.
Ellector de hoy es cada vez más exigente. Ya no busca –como antes- el placerde la lectura en sí, sino que cuestiona también, que exige ser parte de latrama y de la solución del conflicto. En El Código da Vinci –por ejemplo-,él es otro investigador tras la secreta relación amorosa de Jesús con MaríaMagdalena y el fruto de ambos, una hija, cuyas semillas se extienden hoyen el sur de Francia; aquí el autor debió ser audaz con el manejo de lostiempos (tal una película), con la línea central de la obra, la creación de suspersonajes y, como un detective, investigador y sabueso infatigable de temas ydetalles, por insignificantes que asomen, durante el transcurso de la historia.Son tiempos de vorágine informática, de competencia feroz (leal o no) porinundar los mercados con nuevos títulos y autores que esperan su turno -o díade suerte-, igual que un jugador con un numero de lotería en sus manos. Lacreación está destinada a un consumo rápido del lector, mientras la industriaeditorial lucha por sobrevivir frente a otras manifestaciones que le hanarrebatado tantos clientes, como los deportes o los medios visuales (cine,televisión) y aquella maldición de hoy: el internet.
Igualsucede con las artes, aunque aquí por los materiales utilizados y los espacios,hay más libertad para la imaginación. Algunos artistas incorporan en susobras olores (pescados en descomposición, heces fecales), sonidos y visuales(pantallas inmensas con imágenes de alta definición o tridimensionales); dejanuna sala vacía por completo con sus paredes pintadas de negro, ponen un barcosalvado de la chatarra en la punta de la catedral mayor, cubren el desierto ouna isla con telas de colores; exhiben un pene gigantesco en la avenida central,como si se tratara de un candidato a la presidencia, hunden cuatro clavosalrededor de una vela encendida; recortan periódicos, queman los bordes, los peganen una pizarra y ya es arte. Ellos dicen que ya no quieren llenar el mundo conimágenes terminadas, sino con la esencia de la obra. El trabajo sobre loscolores, los tonos, las líneas han pasado a ser un barroquismo en nuestra era.Y se los premia, se los alienta; mientras más osados, más genios.
Frentea ello la literatura no tiene otra opción que escribir. Los experimentalismosidiomáticos no rinden ganancias a las editoriales. Más allá de la ruptura delos tiempos, de la sorpresa, la fantasía y desafío a la lógica del lenguaje, esla habilidad de asumir los cambios, es la visión y actitud del autor frente almundo que lo rodea lo que vuelve a su libros diferentes e innovadores. LaBiblia trata de mantener una fluidez idiomática, un manejo lineal de ideas queabarque el mensaje moral a transmitirse. En Homero hay una sedimentación de losvalores propios de la cultura helénica a través de la escritura -que aún estáen proceso de consolidación idiomática y sintáctica. Lo mismo ocurre con LaDivina Comedia. Cien Años de Soledad es la construcción de un mundo que fueraconquistado y poblado por una nueva generación de razas,y con ello la solidificación de su lenguaje y su cultura.
Vivimosen un mundo de economía global y no podemos escapar de él. Si hay un autornuevo que lanzar a las turbulentas aguas del mercado, será a quien tenga la mejorcapacidad de reacción -y con él su pensamiento- ante el ritmo vertiginoso denuestros días, dejando de lado las viejas verdades, -que son tantas a la vez;que maneje un lenguaje fluido -no importa si es provocador e irreverente, quecree un mundo y anime al lector a poblarlo, empezando juntos un viaje, dondeel autor es el esclavo que lleva las antorchas para iluminar las sombras,mientras la barcaza navega en el río de la memoria al Averno; cuando el lectordescodifica el mensaje, emprende el camino solo, hasta su transformacióninterior, toma de posición, o suicidio.
En laera de las comunicaciones rápidas, el intelectual está cada vez más aislado conlos de su género. Los grandes movimientos literarios han desaparecido. A cambiose impone el marketing: todo gira alrededor de la imagen. Lasdiscusiones sobre biblioteca o museo han terminado. Los artistas concuerdan enque estas dos palabras son el cementerio de una obra. Ahora se habla de cómoposicionar el producto en el mercado. La misma expresión vanguardia ha sidoreemplazada por niveles de venta. Rómulo Cuello, a quien debo la esenciade estas líneas, argumenta que ello se debe a la acumulación gigantesca decapitales y a la sobre oferta de productos y servicios.
Losposibles mercados –argumenta él- ya fueron conquistados tras las dos guerrasmundiales del siglo anterior. China fue el último reducto al que ingresaron lastransnacionales y desde allí hoy sale mucho dinero para engrasar las tuercasdel complejo aparato productivo mundial. EE.UU. cometió un grave error al abrirun conflicto militar contra Afganistán e Iraq para adueñarse de sus recursosnaturales, porque las guerras del presente son, más que económicas, detecnología: siempre fue así y no hay en el horizonte una luz que nos permitavislumbrar un cambio de mentalidad.
Losmovimientos de dineros, cuyas cifras son inimaginables y requieren de muchosceros para escribirlos, no pueden permanecer ociosos en los bancos y deben serinvertidos de nuevo -como la maldición de los dioses griegos a Midas- en elsistema financiero mundial ¡a fin de multiplicarse por 10 o 20 veces durante lapróxima década! Un simple ejemplo, que las trasnacionales más grandes delplaneta (Exon, Chevron, Shell) hayan acumulado 350.000.000.000 de dólares enganancias durante el nuevo siglo dice mucho del tiempo en que vivimos, mientrasque en África, China, Nicaragua o, sin ir lejos, en nuestro país, el 30% de lapoblación subsiste con un dólar diario.
Yante este panorama, semejante a los cuadros aterradores del Bosco, lasactividades intelectuales (un microchip o un software para la computadora puedeser considerado como un acto sublime de creación) no podían quedar inmunes:los lienzos de pintores célebres se cotizan a sumas exorbitantes, (que esuna manera de ubicar dineros en alguna cartera). Un Van Gogh sobrepasa los doscientos millones de dólares. Y si mañana lo ponen a subasta, estoy seguro queduplica su valor. Se podría argumentar que vale apenas US$ 1.500 y aún así tenemosque su cifra es abstracta. ¿Cómo se deja calcular una obra en números? Eldinero no existe de forma física, sino es a través del billete o moneda y suasignación de valor; lo mismo un cuadro o un libro, cuyo único rastro de suexistencia a través del tiempo será -igual- abstracto.
Hoyse mide el nivel intelectual de una persona por la frecuencia de sitiosvisitados en la red, más que por libros leídos; la cantidad de informaciónacumulada en un disco duro reemplaza a la biblioteca tradicional. Ya no es importantemencionar en las ocasionales tertulias a Borges, a Hakings, o a quien recibe elNobel de Literatura (que son nombres escogidos a través de una estrategia demercadeo bien planificada), sino direcciones de páginas web concretas:facebook, skype, google, twitwer…Quien no tiene su propia página virtual es undesubicado social, quien no maneja un computador (por lo menos sus principiosbásicos), raya los límites del analfabetismo.
Comoen el world fashion, donde se planifica con meses de anticipación para imponerlos colores, las líneas de costuras, los trazos en las prendas del siguienteverano -o invierno, así ocurre con las artes: se busca temas, colores y valoresque serán las líneas de horizonte para guiarse y producir durante la próximatemporada. La creación debe ser considerada como un oficio (es el único activoque tienen los artistas), y no es que éste se haya prostituido, son loscreadores, los mismos que convierten sus obras en simples objetos de valorcomercial al caer en la trampa del consumismo, del reciclaje; aunque tampocotienen otra opción. Y así será mientras se privilegie la imagen antes que elcontenido.














Hayuna constante aparición de propuestas en el campo cultural, que son absorbidaspronto, transformadas y devueltas con otro empaque al lugar de origen. Laproducción mundial sigue de cerca las nuevas tendencias, sus maquinas estánorientadas allá, y cuanto asome al margen pasa desapercibido, por buena que sea–literariamente- una obra. Hasta segunda orden. Las estrategias de ventas noson novedosas, se perfeccionaron durante el siglo pasado y hoy son másdinámicas. En la década anterior -se decía- que avanzábamos a velocidadsupersónica (en referencia a los aviones Concorde, que cubrían la rutaParis-New York en cuatro horas. ¡Qué maravilla! Exclamaba mi padre, mirando alcielo), mas ahora es en módems: es la velocidad que la banda ancha descodificay aplica un programa desde el computador.
Sindesmerecer la calidad de trabajos publicados durante el periodo del boomlatinoamericano, afirmaba Rolf Wild durante una conferencia sobre Literatura eImagen, en la Universidad de Zúrich, por 1992, ello no habría adquirido la dimensiónque tiene hoy de no existir entonces una saturación de temas de posguerra enlas librerías y salas de cine de Europa y EE.UU. "Cuando las empresasdedicadas a la publicación de libros se dieron cuenta de que las ventasdisminuían en una sociedad con niveles de desarrollo sostenido -lo que lepermitió cubrir sus necesidades básicas y dedicarse luego al ocioso habito deleer, pusieron sus miradas en los barrios marginales de Paris, donde sehospedaban muchos autores latinoamericanos, en cuyas obras se respiraba lahumedad tropical que envolvía a los clientes de la Casa Verde; el misterio deregiones pobladas con seres míticos, casi medievales, alquimistas; donde unamuchacha va al cielo en una nube, pero no es la Beatriz de Dante, sino la BellaMilagros (....) de García Márquez, cuyas obras giran alrededor del pueblo queél mismo fundó, lo puebla y que al final de sus días -puedo verlo- se mudará aMacondo (...) El nuevo producto por su nivel de creación, presentado en eltiempo preciso y con el soporte de una estrategia comercial bien planificadasuperó las expectativas de ventas. La novela latinoamericana llego aquí paraquedarse con nosotros. En buena hora."
Escribiry enviar el libro a participar en un concurso literario es una osadía (desde mipunto de vista) que raya en la humillación personal del autor, porque la obraganadora no siempre merece el premio y el veredicto responde –muchas veces- auna estrategia de mercado. Otorgar el premio a un escritor es promocionar elproducto con el objetivo de incrementar las ventas; el lector debe sentir lanecesidad de actualizar sus lecturas, llenando los anaqueles con nuevostítulos, previo a su final en los camiones del reciclaje; por ello, yo no meenojo cuando mis hijos juegan con ciertos libros, porque –al fin- éstos cumplenuna función social -diferente al de adornar mi estudio- como es el de niñeras.
En unataque de rabia, el otro día mi esposa me arrojó a la cabeza una novela de mildoscientas páginas, -con un billete de dólar como cubierta, para colmo- que medejo, como decía Augusto Monterroso: cuan corto soy tendido en el suelo. Sialguna vez el autor llega a enterarse del suceso, seguro que tendrá un buenmotivo para celebrarlo pensando que su obra cumplió el secreto deseo de todoescritor: acabar con el lector.
Cuando me recuperé, entendí los argumentos de misamigos ecologistas: ¡el calentamiento global tiene su origen en la talaindiscriminada de bosques para utilizar su madera en la fabricación de papel!


1 comentario:

Anonymous dijo...

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