viernes, 14 de octubre de 2011

Palabras con Miguel Donoso Pareja en Quito

Por Rafael M. Arteaga

Presentación de Antología Poética, de Miguel Donoso P. en el Café Libro, Quito. Foto: César Vinueza, 2008.

-Regresépor nostalgia, la misma nostalgia que hoy siento por Méjico y por lavida-, me confía Miguel en nuestro encuentro, luego de veinte añosde ausencia.
Apesar de su enfermedad, no ha dejado de escribir.

-Crearme ayuda a vivir. Es una manera de inventarme frente a la muerte-.Habla con entusiasmo, sin descuidar el café.

-Admiroa los hombres congruentes en las palabras con sus acciones-. Afirmade pronto, mirando la caída del sol en la ciudad. –Hay muchosautores que como personas no merecen los libros que han escrito, porlo que prefiero los libros.

Ysé que estas palabras encajan bien en su figura. Miguel estuvo preso-en 1963- por sus convicciones políticas, luego fue enviado alexilio, con la prohibición de volver a su tierra, como la antiguaGrecia desterró a Temístocles, uno de sus hijos más queridos.

-Yono escogí el país, lo escogió la dictadura-, reacciona ante miinquietud. Quisieron tenerle lo más lejos posible de Ecuador porconsiderarle un sujeto de alto riesgo para la seguridad interna.Méjico aceptó darle refugio, y de allí su nostalgia yagradecimiento con el país de los charros. Los demás perseguidospolíticos fueron expulsados a Chile.

Entoncesviene de modo inevitable la pregunta: ¿Cuál ha sido la actitud delos intelectuales ecuatorianos durante los últimos años dedemocracia? Servilismo, silencio, que es igual a complicidad.

-Nome arrepiento de nada-, me confía Miguel. –Mis pecados sonveniales. ¿En qué insistiría? ¡Pues en la escritura! -Añade conentusiasmo.

Yole recuerdo que en Méjico los medios se dirigen a él con la palabraMaestro. –No es importante, aquí en cambio te doctoran a cadamomento-, responde.

-Ellibro es un intento de comunicación-, insiste, -de ahí que ellector es muy importante en este proceso.

¿Quéesperas de tus libros, Miguel?-, me atrevo a interrumpirle.

Nada-,contesta en seguida. –Me gustaría que se leyeran. Les di la vida,o ellos me la dieron a mí, y hoy que han crecido deben ir aencontrar su lugar en el mundo; al fin de cuentas, los hijosabandonan a sus viejos, ¿no es así?-. Yo muevo apenas mi cabeza.

Enalgunas antologías, recortes y noticias de prensa de hace más deveinte años, Miguel consta como peruano, chileno, venezolano y,sobre todo, mejicano. No es para reprocharle, las obras superan lanacionalidad de sus autores; en Tailandia, por ejemplo, lapresentación de Cien Años de Soledad, traducida a aquel idiomaexótico, causó revuelo en los medios culturales, y al autor se loencasilló como latino, simplemente, no como colombiano. GarcíaMárquez, decían algunos de los presentes –en cambio- es español,por el hecho de escribir sus obras en dicha lengua; así de simple.

Elexilio volvió fuerte a Miguel. Como un árbol de buena semillaplantado en tierra fértil, floreció y se hizo grande; después,hombre satisfecho con la vida, también cultivó: Jesús de Sampedro,Alberto Huerta, David Ojeda, Armando Adamme, intelectuales derenombre en el país azteca, son nombres de una larga lista desiembra.

-Hecomprendido al fin lo que es la nostalgia-. Me asegura.

-“Aunquela encuentres pobre, Ítaca de ti no se ha burlado”-. Le repito losversos de Kavafis, Y el brillo de sus ojos se opaca por un instante:San Luis de Potosí, Zacatecas, Puebla, Barcelona, Guayaquil…leescucho suspirar, con la mirada en el horizonte, como buscando allílos olores y la vida de aquellos pueblos.

-¿Cómovine a dar con mis huesos aquí?-. Se pregunta con una sonrisa. –Unono puede olvidar de dónde viene-, contesta sin rodeos. –Nadie meobligó a dejar aquella tierra, ni siquiera escapaba de un gran amor,simplemente que necesité un cambio de aire. Deseaba quedarme enEcuador dos, cinco años tal vez, y luego volver; al fin de cuentas,mi vida la había resuelto allá. ¡Igual pensé al llegar exiliado aMéjico! Hoy entiendo las palabras de Dávila Andrade: “El enigmade las dos patrias”.

-Sinembargo-, insistí –su vuelta a Ecuador no agradó a muchos intelectuales deentonces.

-Nome había dado cuenta de ello-, responde, sin prestar atención.Miguel dejó de lado su labor en periódicos, revistas, editorialesde muchos países y se dedicó a formar escritores jóvenes aquí, enun intento por revivir la experiencia de los talleres literarios connosotros; esa sería la mejor manera de devolver algo de lo 
que estatierra le había dado –y también negado.

Lacreación de sus alumnos demostrará con el tiempo si la semilla cayóen tierra fértil; los libros de Miguel, en tanto, ya han dadosentido a su regreso.
 

1 comentario:

Anonymous dijo...

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